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8M: TERESATXO SE TIÑE DE MORADO

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Tres generaciones de mujeres imparables: María, Isabel y Garbiñe

Mi amona se llamaba María. Hace más de 60 años se dedicaba a la venta de leche en su pueblo natal, en Aia. Tenía su negocio allí pero decidió trasladarlo a Donostia y se instaló en el caserío Teresatxo de Ibaeta. Las cosas no salieron como esperaba y el negocio no logró prosperar debido a la inserción de Gurelesa. Lejos de amedrentarse, mi abuela decidió reinventarse y cambiar de profesión. Dejó las marmitas y empezó a dar sus primeros pasos en hostelería. Poco a poco y con mucho esfuerzo, comenzó a servir comidas y el caserío se convirtió en un restaurante, que más tarde retomaría mi madre Isabel. A mi amona, le debo todo lo que soy. Siempre admiré su capacidad de lucha, esfuerzo y reinvención. Ella fue la que cuidó de su familia. Ella fue siempre nuestro bastón y raíz.

Isabel es mi ama aunque todo el mundo la conoce como “Feli”. Nació en San Miguel de Valero, un pequeño pueblo salmantino con mucho encanto. Trabajó en la cocina de una familia barcelonesa y con solo 18 años se instaló en Donostia. Empezó a trabajar en el Teresatxo y después como jefa de cocina del Hostal Bahía. Sin embargo, mi abuela María le insistió para que volviera. Mi madre aceptó y se convirtió en dueña del restaurante junto a mi padre Jesús, hijo de mi amona. Se enamoraron, pero las cosas no fueron fáciles para ninguno de los dos. Comenzó la urbanización del barrio y ambos fueron expropiados de su caserío. A pesar de todo, nunca tiraron la toalla. Empezaron desde cero y consiguieron reabrir el Teresatxo en el lugar donde lo conocéis hoy día. La vida de mi madre ha estado dedicada a su restaurante y su familia. Lo que más admiro de ella es su capacidad de seguir adelante pese a las adversidades porque si hay algo que ella me ha enseñado es que si nosotras paramos, se para el mundo.

Garbiñe, la tercera generación. En 2006 Garbiñe asume la responsabilidad del Teresatxo. Desde hace 17 años está al mando de este restaurante situado en el barrio de Lorea del Antiguo. Uno de esos establecimientos que a uno le cuesta imaginarlo vacío y que siempre está lleno de gente. Garbiñe es otra de esas tantas currantas que lleva la hostelería en las venas. Es emprendedora, luchadora y una apasionada de su trabajo. Lo que más le gusta es disfrutar de las sonrisas de sus clientes y del buen ambiente en su local. Defiende la cocina tradicional y el producto local por los cuatro costados. Después de 17 años, Garbiñe ha conseguido que este restaurante sea uno de los establecimientos más emblemáticos de Lorea y de su entorno. El secreto -dice- es hacer sentir a sus clientes como en casa.

Una tradición con más de 60 años de historia. La sociedad está avanzando lentamente y nos queda mucho camino para lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Desde Teresatxo, toda nuestra admiración a las mujeres hosteleras que cada día se dejan la piel.